En 1869, a los cuatro años de edad, Mikao Usui ingresó en un Monasterio Tendal cerca del Monte Kurama donde se considera que permaneció hasta su pubertad. Parte de su aprendizaje incluyó Kiko (Qi-gong) y en 1877 Usui se adiestra en la Escuela de Samurais(Yagyu Ryu) consiguiendo el nivel de Maestro (Menkyo Kaiden). A los 27 años se incorporó al Budismo Shingou. Después se casó y tuvo dos hijos.
Según algunas fuentes, fue profesor de una universidad cristiana en Kyoto, Japón. Un día, uno de sus alumnos, le preguntó si creía en la traducción literal de la Biblia y en los milagros de Jesucristo, él respondió afirmativamente. Entonces, la siguiente pregunta del alumno fue, que si Jesucristo había afirmado que actuáramos como él había actuado como podía ser que no hubiera habido más sanadores en el mundo. Y le pidieron que les enseñaran la forma que Jesucristo había empleado para curar. Por honor, tal como dictaban las normas de comportamiento japonés tradicionales, se vio obligado a renunciar a su empleo como maestro ya que no supo proporcionar respuesta a sus alumnos. Se decidió a encontrar las respuestas.
Viajó a EEUU, donde permaneció siete años en la Universidad de Chicago estudiando teología y las sagradas escrituras que narraban las curaciones de Jesucristo, y aunque no encontró los secretos de los milagros de Jesús, estudiando la historia comparada de las religiones descubrió indicios de que el primer Buda, Sidharta Gautama (620-543 a. C), había realizado curaciones similares; también aprendió a leer el sánscrito, que era el antiguo idioma litúrgico de India.
Siguiendo esta pista, Usui viajó al norte de la India y Tibet, debido a que sospechaba que Jesucristo había estado allí y continuó su búsqueda en los monasterios budistas, estudiando los sutras indios, chinos y tibetanos. Tuvo la sensación de haber encontrado respuestas intelectuales al misterio de las curaciones de Jesucristo, aunque esto no le facultaba para ello.
Los monjes le decían que el hombre tuvo la facultad de sanar el cuerpo en épocas pasadas, pero que se había perdido porque en los monasterios se había orientado únicamente hacia la sanación del espíritu, olvidándose en parte del cuerpo físico.
Usui regresó a Japón y siguió investigando tenazmente y visitando monasterios .Y por fin en uno de ellos, creyó haber encontrado la respuesta que buscaba en un manuscrito, en el que un discípulo de Buda constataba la existencia de unos símbolos y procedimientos que se remontaban al año 2.500 a C., afirmando que Buda los había utilizado en curaciones, similares a las de Jesús, y también se revelaba la forma de transmitir esas facultades a otras personas.
El doctor Usui comenzó a consultar las diferentes sectas budistas en relación a la capacidad de obrar milagros que Buda llevaba a cabo: ¿podía realmente curar el cuerpo? Los budistas respondieron que no creían que la curación del cuerpo y la del alma se encontraban directamente relacionadas. Concentraban la energía en el alma y confiaban la curación del cuerpo a los especialistas de las artes curativas. Sostenían que el cuerpo y el alma se encontraban separados, y que era el alma la que necesitaba sanación.
El viaje del doctor Usui le condujo finalmente a un monasterio Zen. Planteó al monje superior la misma pregunta, a lo que el monje respondió…"Ya no". Esta respuesta dejó perplejo a Mikao Usui que no pudo por menos que preguntar que quería decir con que "Ya no sabían". El monje le explicó que habían puesto tanto énfasis en la curación del alma que habían olvidado por completo el cuerpo, así mismo, hizo hincapié en que lo que había sido posible anteriormente podría lograse de nuevo. El doctor Usui se sintió tan complacido por el entusiasmo del monje que le pidió que lo ayudara en su intento de redescubrir como curar el cuerpo. Fue admitido en el monasterio zen de Tokio y comenzó a estudiar bajo la tutela del monje zen.
Encontró lo que creía que era la clave que le permitiría abrirse camino hacia la curación de la forma en que Jesucristo y Buda la practicaron. El doctor Usui se dirigió al monje para compartir los hallazgos con él y buscar orientación. Gracias a la meditación y al monje, se les revela que Usui debía ir a la montaña sagrada, Kuriyama (Kurama Yama), a 25 km. de Kioto. Durante su estancia en la montaña, debía ayunar y meditar por espacio de 21 días.
Mikao Usui subió al monte Kurama (1922) y una vez allí, colocó veintiuna piedras en el suelo para medir el transcurso de los días quitando una cada día. Así pasaron los veinte primeros días sin que ocurriera nada significativo hasta que al amanecer del día veintiuno vio acercarse una especie de esfera luminosa que se dirigía hacia él. En ese momento fue presa del miedo y quiso huir. Sin embargo, oyó una voz interior que le decía: "Has estado buscando durante 21 días. Has estado ayunando y meditando. Has estado rezando para recibir la iluminación y confirmación, y ¿ahora quieres huir?". De este modo, el doctor Usui, sosegado, se dijo a sí mismo: "No, su luz es dirigida a mí, aceptaré la iluminación".
La luz se volvía cegadora y atravesó los cielos, penetrando e iluminando su tercer ojo. Usui creyó que había muerto y que había llegado al cielo, ya que nunca se había encontrado en un estado tan eufórico. Todo su campo de visión se hallaba ocupado por un arco iris. Se desvaneció y vio envueltos en burbujas de luz los símbolos Reiki. Cada burbuja contenía caracteres holográficos en sánscrito que había aprendido en las escrituras de las enseñanzas del budismo tibetano. Una voz dijo: "Estas son las claves de la curación. Apréndelas, no las olvides y no permitas que se pierdan". Mikao Usui vio y escuchó hasta que se oyó a sí mismo proclamando en su propia mente: "Las he retenido, no las olvidaré y no permitiré que se pierdan". En este momento se despertó y descubrió que todavía se encontraba en la tierra. Inmediatamente puso en orden sus pensamientos y sus escasas pertenencias e inició el descenso de la montaña. Estaba tan exaltado y tan lleno de energías que apenas podía aguardar a llegar al monasterio para relatar al monje su experiencia. Era el primer milagro de la mañana. En este momento añadió al Reiki sus Cinco Preceptos Espirituales:
Hoy no te preocupes.
Hoy no te enojes.
Honra a tus maestros, padres, vecinos, amigos.
Hoy sé agradecido.
Trabaja honestamente.
Hoy no te enojes.
Honra a tus maestros, padres, vecinos, amigos.
Hoy sé agradecido.
Trabaja honestamente.
El segundo milagro tuvo lugar cuando Mikao Usui a toda prisa, tropezó y se lastimó el dedo gordo del pie. Se inclinó para comprobar si sangraba mucho y aliviarse el dolor y, cuando lo hizo se dio cuenta de que tanto el dolor como la hemorragia habían cesado rápidamente. Algo había cambiado completamente en la energía de sus manos. Estaban calientes. Usui curó su herida y prosiguió su viaje montaña abajo. Cuando se le despertó el apetito, se detuvo ante una casa que servía comidas a los viajeros. Pidió una gran comida. Al cabo de unos minutos, una muchacha con una venda alrededor de su cabeza y la mejilla sirvió al doctor. Le preguntó que le sucedía, a lo que la chica le contestó que tenía dolor de muelas. Alentado por su reciente curación se ofreció para curarla. La muchacha sufría mucho y aceptó encantada. Usui puso las manos sobre la mejilla y la cabeza de ella, y al cabo de unos minutos, el dolor y la inflamación comenzaron a remitir. Cuando el doctor Usui acabó de comer, fue a pagar al posadero pero éste le replicó: "Gracias señor monje, pero no puedo aceptar su dinero. Le ha prestado un servicio a mi hija que no podría pagarle, acepte la comida a cambio de los servicios de curación prestados". El doctor Usui aceptó la comida a cambio de sus servicios como instrumento de curación. Se había producido el tercer milagro.
El cuarto milagro ocurrió cuando Mikao Usui llegó a Tokio, al día siguiente se dirigió al monje zen para contarle todo lo que había sucedido. Lo encontró sumido en grandes dolores debido a la artrítis. Mientras le compartía sus experiencias, puso sus manos sobre el monje y los dolores cesaron de inmediato.
Usui pidió consejo al monje sobre lo que debía hacer con las claves y la energía curativa que había recibido. Deseaban aprender más acerca de cómo aplicarla y como desarrollarla. El monje le aconsejó de nuevo que meditara. Durante sus meditaciones, se le remitió al "reino de los mendigos" de Kyoto. Este lugar se hallaba controlado por una especie de "rey" que tenía a su cargo un feudo de mendigos.
El doctor Usui fue a visitar al rey de los mendigos y le preguntó si podía trabajar con los enfermos y los afligidos. El rey admitió, pero dudó que pudiera tener éxito. Demostró una gran disciplina y dedicación. Transmitió energía Reiki y obtuvo resultados extraordinarios durante esa época.
Muchos mendigos sanaron, lo cual les permitía trabajar y mantener a sus familias, pero más tarde Usui observó, que muchos de ellos volvían a la mendicidad y al preguntarles por qué lo hacían, le respondían que les resultaba más difícil volver a trabajar para ganarse la vida, y que por ello preferían mendigar y no tener responsabilidades.
Al analizar las razones de este desinterés en ganarse la vida honradamente, comprendió que solamente había curado el cuerpo físico y no el espiritual, ya que no había sabido enseñarles la gratitud y el sentido de responsabilidad de su propia existencia. Al "regalar" la curación, lo que había logrado era "imprimir" con más fuerza en aquellas personas la pauta de mendigo. Así Usui se percató de la importancia del intercambio de energía y llegó a la conclusión de que las personas necesitaban dar algo a cambio de lo que recibían, de ese modo la vida no carecería de valor. Decidió que nunca más daría Reiki a nadie que no lo apreciara.
Después, Usui se consagró a extender las enseñanzas Reiki por todo el Japón, otorgando a sus discípulos la capacidad de transmitir la Energía Universal mediante la imposición de manos.
Fue un maestro inteligente y sabio, al llegar a una ciudad donde no conocía a nadie caminaba en el mercado durante el día llevando una lámpara encendida. La gente se reía y se burlaba de un hombre tan tonto que llevaba una lámpara encendida mientras el sol brillaba, de esta forma llamaba su atención y los invitaba a encontrarse con él por la tarde, si realmente querían aprender sobre la luz... Así reunía a la gente para escuchar la historia de Reiki, después de lo cual muchos deseaban saber cómo realizar esta curación.
Llegó a tener una gran cantidad de estudiantes que lo seguían y a mediados de 1920 conoció a un hombre que se convertiría en su discípulo más dedicado: el Dr. Chujiro Hayashi, un oficial naval de reserva de cuarenta y siete años.
En septiembre de 1923, un devastador terremoto sacudió a la ciudad de Tokio. Miles murieron y desaparecieron quedando muchos heridos. Usui Sensei y sus estudiantes llevan el Reiki a la ciudad devastada y aplican sus conocimientos sanadores a las víctimas y sobrevivientes. Muy rápido, su clínica se volvió pequeña, así que en febrero de 1925 construyó una nueva en las afueras de Tokio, en Nagano.
Con la transición del Dr. Usui, el Dr. Hayashi se convirtió en 1926 en el Gran Maestro de Reiki, llevando adelante esta tradición de enseñanza y curación desde su clínica de Tokio.
Mikao Usui falleció inesperadamente en una fonda en Fukuyama el 9 de marzo del año 1926, a los 60 años de edad, habiendo formado una decena de maestros. La labor sucesora fue desarrollada por Hayashi.
El Dr. Hayashi provenía de una familia ilustre de Atami, cuando decidió abrir una clínica en Tokio para su sede, donde se aplicaba Reiki en combinación con el ayuno y la dieta vegetariana. Esto le permitió ofrecer Reiki a un mayor grupo de personas, y educó y atrajo la afluencia de un segmento muy alto de la sociedad japonesa, la nobleza. En una generación, Reiki saltó de los suburbios de Kyoto a los palacios de Tokio.
Adquirió una propiedad lo suficientemente amplia como para albergar tanto la clínica como el hogar para su familia, con un hermoso jardín, dividiendo el terreno para brindar privacidad. La Sra. Hayashi también trabajaba en la clínica, recibiendo a los pacientes y asistiendo al Dr. Hayashi mientras supervisaba esta floreciente actividad, en la que dieciséis practicantes daban tratamientos de Reiki diariamente.
En 1935 acudió a esta clínica la señora Hawayo Takata, la cual estaba enferma de un tumor en la vesícula biliar, apendicitis y asma con insuficiencia respiratoria, donde fue enviada por el cirujano que la iba a operar en el hospital de Akaska, ya que cuando iba a ser intervenida escuchó una voz en la mesa de operaciones que le decía que la operación no era necesaria; entonces ella renunció a la operación y el cirujano la mando a la clínica Reiki de Hayashi.
Takata fue internada, recibió Reiki diariamente y a los cuatro meses quedó completamente curada, solicitando a Hayashi que la aceptara como alumna; al principio este se mostró reticente, porque Takata era hawaiana, y Hayashi no quería que el Reiki saliera del Japón. Al final ante la insistencia de Takata, accedió a impartirle la enseñanza.
En 1938 Hawayo Takata tenía ya una clínica en Hawai. Hayashi la visitó y le impartió la formación Reiki III y Maestría, designándola como sucesora, convirtiéndose en la tercera gran Maestra Reiki.
Hasta su fallecimiento, en 1980, Takata se dedicó a extender el Reiki por Estados Unidos y parte de Europa, habiendo formado a más de veinte maestros, que han desarrollado varios sistemas Reiki similares en lo esencial y diferentes en el sistema de grados.
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